Comentario
La tradición legendaria transmitida en la épica homérica situaba en Esparta el reino de Menelao, el rapto de Helena, la casa de Tíndaro y las relaciones amorosas entre Zeus y Leda. Contrariamente a lo que ocurre con otros centros micénicos, aquí la arqueología ha podido constatar sólo la existencia de restos muy pobres de edificación como los que reciben el nombre de Menelaion, al que se atribuía la cualidad de palacio del rey, o el santuario de Amiclas, al sureste de Esparta, al margen de abundantes yacimientos no constructivos a las orillas del Eurotas y en el golfo Laconio. La cerámica corresponde sobre todo al Heládico Tardío III B. La construcción más sólida donde puede percibirse una continuación con el estilo geométrico es la de Amiclas, donde se estableció el culto de Apolo sobre el de Jacinto, de origen aparentemente prehistórico, dedicado al niño divino, símbolo de la recuperación primaveral, en peligro de muerte anual. Al margen de este centro, el resto parece haber quedado prácticamente despoblado hacia 1100, hasta mediados del siglo VIII.
Por otro lado, la tradición se refiere al retorno de los Heráclidas como acontecimiento posterior a la guerra de Troya, fundamento de una imagen de Esparta como ciudad típicamente dórica. Junto al dialecto dorio se considera huella sintomática de los efectos del proceso migratorio la existencia de las tres tribus que se repiten en otros centros considerados del mismo origen, Hileos, Dimanes y Pánfilos. La clase dominante se considerará heredera de los Heráclidas, dorios por su procedencia, pero predorios por representar el retorno por el que reivindicaban el territorio del que habían sido expulsados. De hecho, da la impresión de que el abandono que se nota desde el siglo XI pudo ser aprovechado por tribus de pastores inmigrantes que tienden a configurar una nueva sociedad estructurada y estable.